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¿Brisas o tormentas?

    Por Iván González Urán

     Si la iglesia católica no sale de inmediato a desconocer, rechazar y descalificar las ideas golpistas, insurgentes, revolucionarias y terroristas del señor Ramiro Arango, investido y declarando su calidad de sacerdote católico para lanzar esa violenta rafaga politica, sin aclarar si habla en nombre de la iglesia o solo al suyo, pero si con lenguaje subliminal de estar involucrando a toda la iglesia, la esta convirtiendo a la institución religiosa en antigubernamental y antipatriotica.
Que ella admite con su silencio cómplice. Porque esa omisión no le es evitable, ni legítima ni socialmente honesta.

    Ese gran pecado mortal ya lo cometió la iglesia con muchos sacerdotes rebeldes durante la nefasta “Revolución de las Sotanas” seguidora de la tergiversada “Teología de la Liberación”, para enmascarar semanticamente “La teología de la Revolución”. Que produjo hasta “Obispos Rojos”.

    Y que tanto daño hicieron a la credibilidad y a la aceptación social de la iglesia. Desvirtuando el sentimiento de válida compacion cristiana de deformada justicia humana. La una es del cielo y la otra del suelo.

     Si los prelados celestiales quieren hacer política terrenal, que se deshagan de la sotana y se bajen de los pulpitos. Pero discurso político con sermón dominical, no conjugan.
     Porque en la historia humana no ha habido nada más perverso y que ha causado millones de muertos, es tener a Dios en una mano cuando en otra se tiene al Diablo. La cruz en la diestra pero la espada en la siniestra. El Corán y la cimitarra. O el marxismo y el fusil. O un cura Pérez con arma al cinto. O Dios o el César, pero no los dos al mismo tiempo. Por eso el cisma de oriente: o Constantino o Silvestre.

     Podrá tener muy buenas intenciones el “guerrillero Ramiro” en el fondo, pero está equivocado en la forma. No es el “Que” sino el “Como”. Ramiro es otro destructor de la vida humana que se arropa con sotana. Como el cura Bernardo López Arroyave o Camilo Torres Restrepo. Sobradamente conocidos por toda la feligresia y los eclesiásticos.
    Son muchos los sacerdotes buenos que resultan destruidos por unos pocos perversos.

     Y si la iglesia no contiene a tiempo esos angeles rebeldes y los arroja al infierno, con la fuerza de la espada del Arcángel Miguel, destruirán el cielo y su iglesia.
Así que la iglesia no cometa ese mismo error del pasado de guardar compinche silencio y tome acción correctiva. Como tampoco sucedió con monseñor Germán Guzmán Campo.

     Pero en confecionario público. No en secreto como los pecados debidos al mal empleo del precepto de “Dejad que los niños vengan a mi” Porque los “pecados públicos” se confiesan, se arrepienten y se expresa remordimiento, en público. No en el secretismo de clausura de monasterios sin efectos sobre la conciencia colectiva social.

    Así como valientes militares están subiendo a los estrados judiciales y al atril de las plazas publicas, con lágrimas en los ojos, a confesar sus pecados, la iglesia también tiene que hacer lo mismo para preservar su confiabilidad. Dejando su descomunal arrogancia de arropar con negras sotanas sus culpas.

     Dejando en la zona gris de su clergyman las ideas que exigen ser diáfanas y nunca ambiguas o nebulosas. Sin poder saberse si esos concejos son suaves brisas de frescas y benéficas lluvias para la siembra o nubarrones de violentas tempestades. Porque siembra vientos y cosecharás huracanes.
En estos temas no hay espacio a las voces del silencio. El pueblo tiene que saber de qué lado está la iglesia.
Muy buena la amenaza de Ramiro si es solo para asustar y corregir. O es propuesta de venganza política o moral. Que, de todas formas termina siendo terrible amenaza a la democracia. Pero que se aclare por él o por su iglesia. Para que no termine siendo falsa moneda de doble cara.

     Iván González

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