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Contar o no contar vs proteger la fuente

Por Lola Portela

La cantidad de “ollas podridas” que se han destapado en el planeta tierra, por las unidades de investigación de los medios de comunicación son incontables. Por eso, los medios son el cuarto poder. Y, lo entendí al ejercer el periodismo de investigación.

Un equipo de investigación periodística: destapa, denuncia y muestra a la opinión pública casos que, en su mayoría, se tratan de corrupción.

Y a propósito de lo que hoy vivimos en Colombia, con el Proceso 15.00 y la relevancia de proteger las fuentes. En estas líneas les recordaré a mis lectores algunos casos específicos como el de Watergate, del Washington Post; la investigación sobre pederastia de Spotlight, para el Boston Globe, entre otros.

Con el caso Watergate, en 1974, el mundo se sacudió con la renuncia del presidente de Estados Unidos, Richard Nixon: ¿el motivo? un escándalo que, desde un año antes, venía retumbando su imagen, la de su partido y que generó, además, una crisis institucional.

Ese escándalo político se da porque dos reporteros del Washington Post revelaran las estrategias creadas desde la Casa Blanca para espiar o “chuzar” a figuras políticas, reporteros, grupos activistas y funcionarios “desleales al Gobierno” Nixon.

El saldo final de aquel escándalo, además de la renuncia del presidente, fue de 48 personas culpables y encarceladas; la mayoría altos funcionarios del gobierno de Nixon. En ese año la investigación recibió el Premio Pulitzer, al periodismo como servicio público.

Otra investigación que logró llamar la atención mundial fue la historia sobre los 17 mil casos de abusos sexuales de sacerdotes católicos contra niños y que reveló también el encubrimiento de la iglesia católica sobre este tema, hecho por Spotlight, el equipo investigativo del The Boston Globe. También recibió el Pulitzer. Y esa investigación la registra también una película basada en la historia de los periodistas y el proceso utilizado para investigar los casos, titulada Spotlight. Esta recibió el Óscar, en 2016, a Mejor Película. Y en español la conocemos como “Primera Plana”.

Ese trabajo periodístico logró narrar algunas de las historias de abuso y acusar a 87 sacerdotes de Boston de haber cometido abusos sexuales contra menores de edad. La investigación salió a la luz, a pesar de todos los impedimentos, por parte de la iglesia católica, frente al encubrimiento que existía. Y allí, también se protegieron testigos fundamentales. La mayoría de las fuentes protegidas eran personas que siguieron su vida “normal”, otros que terminaron en el mundo gay, y algunos que se casaron, pero jamás le contaron a sus parejas e hijos que fueron víctimas de sacerdotes pederastas. Secretos que los periodistas mantendrán por siempre, conforme a su compromiso profesional.

Aterrizando en Latinoamérica se destaca otra forma de publicar las investigaciones periodísticas como lo hace Operación Masacre: un libro periodístico escrito por Rodolfo Walsh en el que se revelan una serie de asesinatos en la Argentina de 1956 conocidos como los “Fusilamientos de León Suárez”. El libro, Walsh se basa en entrevistas con los sobrevivientes, sus familias y las autoridades para reconstruir los hechos cometidos durante la dictadura cívico-militar conocida como la ‘Revolución libertadora’.

Son muchos los logros del periodismo de investigación entre ellos el caso conocido como Panamá Papers. Así, se llamó a la investigación periodística global del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, ICIJ, que destapó los negocios offshore de figuras públicas a partir de la filtración de 11,5 millones de documentos internos del estudio panameño Mossack Fonseca. Esos documentos fueron filtrados por una fuente anónima al diario alemán Süddeutsche Zeitung, y compartidos por el ICIJ con más de 370 periodistas miembros de la organización en 76 países.

Un trabajo colaborativo que no deja de lado las técnicas de investigación que aplicaron los periodistas en el caso del Watergate, pero sumadas al avance tecnológico que hoy permite mejorar en los métodos para hacer periodismo y destapar muchas más ollas podridas que aún no se conocen.

Al periodismo lo ampara el secreto profesional. Aunque no agrade a muchos, generalmente los ataques y cuestionamientos provienen de quienes tienen “rabo de paja” e intereses en que no se conozca una verdad.

El proteger la fuente, mediante el secreto profesional es nuestro derecho y debemos defenderlo. Es parte de la libertad de prensa. El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobó el derecho al secreto profesional. Y se da porque costó muchas vidas de periodistas llegar allí. Por eso, constituyó una de las reivindicaciones más importantes para el ejercicio profesional de los periodistas, con resultados diferentes en cada país.

Jamás olvidemos que en muchas guerras del mundo, por mantener ese silencio, y proteger la fuente, son muchos los colegas que han dado hasta su propia vida.

¡No en vano nos entrenan, muchas veces, como a soldados, que deben ir a la guerra!

Y es que la responsabilidad es enorme cuando un ciudadano decide confiar en un medio de comunicación, en un periodista, antes de ir con la justicia. A veces, somos el garante para evitar que les pase algo, y aunque llegaran a lastimarlos, como ha sucedido, sus lesiones o esas muertes no quedan en el silencio y el olvido.

Ser periodista de verdad se lleva en la sangre y el camino, la calle, los conflictos, nos hace. No se trata de figurar, se trata de ser soldados de la información y nuestra arma es el conocimiento geopolítico, económico, social, además del micrófono, la grabadora y las tecnologías que hoy nos permite la ciencia.

Es un deber que garantizar la vida de quien confidencialmente nos informa. Y eso, lo entendí desde mi formación, en el aula; es innegociable. Es parte de la ética profesional. Y nos respalda la Constitución y los códigos de deontología.

Por lo tanto, “el verdadero periodista garantizará el derecho de sus fuentes informativas a permanecer en el anonimato, si así ha sido solicitado. No obstante, tal deber profesional podrá ceder excepcionalmente en el supuesto de que conste fehacientemente que la fuente ha falseado de manera consciente la información o cuando el revelar la fuente sea el único medio para evitar un daño grave e inminente a las personas”. Artículo 10 del Código Deontológico de la FAPE.

Pretender callar, silenciar y hasta desacreditar o ridiculizar a los medios de comunicación nunca será el camino adecuado de una figura pública, ya sea un líder, artista, político o para quien se sienta amenazado. Y no por eso, el profesional periodista, ni un medio dejará de informar, pues se debe al público, no a un gobierno, cualquiera que esté en el poder.

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