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El difícil proceso de romper el círculo vicioso de la política

     Por Diego León Caicedo Muñoz

    “Estoy agradecido a todos los que me dijeron que no. Gracias a ellos lo estoy haciendo por mí mismo”, Albert Einstein.

     En teoría el concepto de política tiene más de laudable que de perverso, en el entendido que es una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la actividad en virtud de la cual una sociedad, compuesta por seres humanos libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Hasta este punto todo parece color de rosa, se empieza a complicar cuando esa sociedad escoge a un grupo de personas para que ejerzan el poder y tengan la capacidad de influir sobre la voluntad de los demás, aún estando en contra de su propia voluntad.

    La raigambre de todo el asunto esta en dos conceptos importantes, que hacen que funcione o no funcione la política, ellos son: el poder y la cultura. No hay forma de hacer política sin poder, y no hay manera que la política funcione, sino hay una cultura de educación en principios y valores democráticos. En sincronía, quienes ostentan el poder en este binomio racional, deben estar formados en una cultura comunitaria, con una sola filosofía, la vocación del servicio social.

     Cuando no existe lo anterior, el ejercicio de la política solo busca un interés particular y el resultado no puede ser más perverso que el de la corrupción. En este orden de ideas, el poder conlleva a mantener democracias débiles en materia de satisfacción de las necesidades de los ciudadanos, verbigracia, Colombia. Igualmente, a imponer regímenes autoritarios, como los que enfrentan varios países latinoamericanos, con vetustas corrientes socialistas. En nuestro país estamos en un riesgo latente de ser vasallos de una tiranía, por lo que debemos actuar con prontitud.

     En cualquiera de los eventos mencionados es muy difícil sustraerse de la política, sea para mantener la armonía social o para transformar lo impuesto por unos pocos. En todos los casos, el mejor escenario para el statu quo es mantener a la población ajena a la política, sin educación y en la pobreza.

     Romper el círculo vicioso de la vileza política, es un proceso muy difícil y complicado, máxime, cuando los partidos políticos, gracias a la falta de alinderamiento de la cultura con el poder, están totalmente desprestigiados.

       Hay inconformidad en la población, existe animadversión con los politiqueros, con la corrupción y la situación social. Somos buenos para criticar y enviar memes contra los gobiernos, pero de ahí no pasamos.

    El chauvinismo nos lleva a decir: “nosotros somos así y nadie nos cambiará, esta es nuestra cultura”. En tratándose de hábitos, el individuo se siente atraído por lo que el grupo piensa y hace, costumbres arraigadas por generaciones. Para generar cambios no basta la voluntad individual, es necesario una voluntad colectiva, por desgracia, los dirigentes políticos son los que manejan la rienda del grupo social, canalizan y representan la voluntad colectiva.  

      Es factible destrozar este circuito pernicioso, pero cuesta sudor y lágrimas. Primero, es ineludible salir de la zona de confort, segundo, adquirir compromiso y tercero, sacar el tiempo para generar cambios. Probablemente algunos esperarán a que sus derechos y libertades sean coartados para actuar, pero cuando ese momento llegue será muy tarde. 

    Así parezca traído por los cabellos, pero lo que necesitamos en este momento es un nuevo partido político conformado por personas ajenas a la política tradicional.

     Hago una invitación especial a todos los colombianos probos para que se unan a la iniciativa de crear un partido, cuya única ideología sea el servicio social, estructurado bajo un código estricto de conducta. Hay muchos ciudadanos que tienen la intención y la voluntad, pero no se atreven, es la oportunidad para que consigan diez personas más con el mismo sentido de pertenencia, y cada una de estas, diez más, hasta conseguir un partido piramidal.

     El partido no busca un salvador, busca miles de salvadores que ocupen los cargos públicos de elección popular. El movimiento debe ser autentico, sin ofrecer puestos, ni prebendas a cambio. Obviamente, la suspicacia dirá; “eso es imposible”, para ser honesto, es difícil, pero no inalcanzable, son muchos los lideres pidiendo vía.

     Los facilistas y cortoplacistas escogerán la ruta más fácil, la del continuismo, es decir, adherirse a los partidos existentes y a los falsos mesías populistas que pululan por doquier, por otro lado, colocan de presente lo embarazoso que es conformar un partido político.

    Si el partido se mantiene incólume, sin permitir el ingreso de personas con intereses espurios, llamará la atención de la población en general y retornará la confianza.

     Martín Luther King hizo famosa una expresión: “tengo un sueño”, y algo que parecía inaccesible en los Estados Unidos, como era eliminar la segregación racial, se hizo realidad. Vale la pena soñar.

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