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Jorge Leopoldo Zgaib Aburaad: Trágico final sin pena ni gloria

     Por Iván González Urán

     Corría la década de 1970. Durante los estudios de secundaria, los compañeros de aulas llamaban a Jorge Zgaib Aburaad “El Turco”, debido a su origen mediooriental. Su familia era lo que se suele decir, “muy buena gente”.  La mamá de Jorge había enviudado, de su esposo un ciudadano libanés-argentino.

      La familia operaba un pequeño emprendimiento comercial. Una cafetería donde vendían café en leche y le agregaban uno que otro producto de pan libanés. Este hecho, atraía clientela por la curiosidad pues no era barato. Quizás, era de una las cafeterías más caras de un poblado donde aún se reclamaba el encime por la compra de 10 panes.

     Jorge Zgaib fue un estudiante inteligente y activo. Levantaba pesas y practicaba fisicoculturismo. pero casi todas sus amistades jugaban básquetbol y entrenaban con  la preselección juvenil departamental masculina del departamento. En los entrenamientos, los hombres amigos de Jorge jugaban contra las muchachas de la selección departamental femenina elegidas para los juegos nacionales de Pereira en 1974.

El propósito perseguido por los profesores Jair Marín y Germán Rodríguez, era exigirles juego de fuerza. En realidad, las jóvenes mujeres, lo hacían mejor que el equipo del colegio departamental masculino y la preselección juvenil departamental, quiénes debían limitarse simplemente a marcar para impedirles encestar. Jorge estaba siempre presente observando los entrenamientos y con la mirada puesta sobre la mas bella de las basquetbolistas.

     Una bumanguesa dotada con un afro natural dorado. Pronto, Jorge entabló conversación con ella y terminaron siendo novios, en un breve amorío pues después de la fase de entrenamientos, las deportistas irían a Pereira, finalizados los juegos se desintegraría la selección y la joven retornaría a la capital de la república a un internado donde terminaba estudios de secundaria.

     Entre tanto, la familia de Jorge invitó a Colombia a una prima libanesa que hablaba perfectamente el idioma francés pero muy poco español. Como en ese tiempo era obligatorio estudiar ese idioma en los dos últimos años del bachillerato, el colegio del pueblo la contrató como profesora de este idioma, para los traviesos estudiantes de la convulsa época.

     La bella libanesa, tenía buen conocimiento de la cultura francesa, muy influenciada por intensa ideología socialista violenta imperante en Francia, y los recientes acontecimientos de los juegos olímplicos en Munich, donde las acciones terroristas de la OLP sacudieron las estructuras del Viejo Continente.

     Estaba de moda en el imaginario colectivo de las juventudes universitarias y los docentes manipulados por los comunistas, el alzamiento contestatario y revolucionario estudiantil denominado el Movimiento 22 de marzo del 68 en París, o “La primavera parisina”.

     Quizas pro esas cosas extrañas de la vida, Jorge Zgaib se contagió del “Espíritu Marxista” y la llamada “Teología de la Liberación”. Como las predicadas por los sacerdotes Camilo Torres y Manuel Pérez y promovida por la iglesia católica. Que buscaban conquistar mentes y juventudes en América Latina usando la fuerza. Incluso, si fuese necesario las armas.

Terminado el bachillerato en diciembre de 1975, de inmediato Jorge inició estudios de Ingeniería Forestal en la Universidad Distrital en Bogotá, en febrero de 1976. Infortunadamente en este centro educativo, también, el partido comunista colombiano realizaba persistente adoctrinamiento entre el estudiantado. Sin duda, de esta y otras universidades, pronto salieron muchos integrantes y cabecillas de grupos terroristas, tales como las Farc, el Eln, el Pla, el ADO, Epl, el M-19, etcétera.

     Durante la época de estudiante universitario, Jorge vivía en Bogotá en el tercer piso, de un edificio, cerca de la calle 72 con carrera 24. En la Universidad Distrital se incorporó al equipo de levantamiento de pesas. En esos menesteres, conoció a un pastuso que un día le entregó un tramo corto de tubo metálico galvanizado con dos tapones en los extremos que, en su aspecto exterior, parecía algo corriente, diciéndole con aire misterioso: “Jorge, esto es lo que necesitamos para lo que tenemos pensado y previsto”.

    En uno de los tapones tenía un orificio. Era claro que se trataba de una bomba de fabricación casera pero letal.

    Pronto, Jorge pasó a ser adoctrinador con espíritu revoltoso y subversivo, entre los compañeros y amigos de su generación. Usualmente, les mostraba el libro “La Violencia en Colombia“, escrito por monseñor Germán Guzmán Campo, enfatizado en narrar atrocidades del tiempo de la violencia política en Colombia (1950-1962).

    Con habilidosos argumentos, Jorge demostraba a sus contertulios, la incapacidad de los partidos tradicionales, el conservador y liberal, para gobernar al país. Y, por tanto, desde su óptica, la única opción que quedaba era la del comunismo armado incluido el marxismo cristiano de la teología de la liberación. Y esa alternativa solo era posible por medio del terrorismo despiadado.

    Años después, en agosto de 1981, aconteció una balacera entre la policía y unos asaltantes que pretendían cometer un secuestro en la localidad de Puente Aranda y habían escapado hacia el sector de Fontibón.

    Los diarios de la época relataron la forma como Jorge había muerto en el enfrentamiento, siendo miembro de una cuadrilla terrorista del ELN, hechos en los que también perdió la vida, inútilmente, la guerrillera Martha Elena Barón, quien oficiaba como jefe de la célula delictiva urbana en la capital.

     El de Jorge Zgaib Aburaad, fue el trágico final que por desgracia tienen muchos jóvenes fácilmente engañados por astutos adoctrinadores del perverso socialismo.

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