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La desconfianza mina la democracia

      Por Diego León Caicedo Muñoz

       “Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza”, Juvenal

       Un tema importante para mantener la convivencia pacífica y que no puede soslayar la sociedad, es la democracia.

      Suena a disco rayado, pero si no horadamos y generamos conciencia ciudadana, nunca podremos salir del agujero negro en el que nos encontramos.

      La democracia moderna va aparejada con el mejoramiento de la calidad de vida, y la estabilidad de la misma depende del nivel de confianza de los ciudadanos, entendida esta; como la fe en los demás, en especial en su honestidad, fiabilidad y buena voluntad.  

      El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en un estudio denominado; “La confianza, la clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe”, editado por Philip Keefer y Carlos Scartascini, refleja un excesivo nivel de desconfianza de los latinos, que deteriora la frágil democracia de la región, de la cual Colombia, por supuesto, no es la excepción.

     En América Latina, la reducción de la confianza ha sido dramática, con una caída del 22% al 11%. Sólo una de cada 10 personas confía en los demás. La desconfianza interpersonal redunda hacía las instituciones del Estado, políticos y funcionarios públicos.

      Según el estudio, la desconfianza menoscaba el nivel de cohesión cívica de las personas y, por ende, reduce la capacidad para iniciar acciones colectivas en defensa de las normas e instituciones, lo que influye en el desarrollo económico de las naciones. Lo triste de esta tozuda realidad, es que sigue en aumento y permea todas las esferas de la sociedad.

      Como no hay civismo, no hay sacrificios individuales que permitan sacar adelante proyectos colectivos que conduzcan al éxito de una sociedad, de la misma forma, no hay disposición para cumplir las normas y mucho menos exigir que las cumplan. Este silogismo conduce al detrimento del bienestar social. Así las cosas, las políticas públicas ofrecen menos beneficios a los habitantes en conjunto y favorecen más a pequeños grupos, lo que aumenta la brecha de desigualdad.

     El circulo vicioso de desconfianza entre ciudadanos, entre estos con el gobierno, las empresas, los políticos, el comercio, las instituciones y viceversa, genera un alto grado de deshonestidad y corrupción. Las consecuencias se evidencian en el elevado nivel de desempleo e informalidad, situación que no se presenta en los países con mayor confianza, en donde la productividad se mantiene al alza en todo momento.

      El documento aduce que la información sobre la conducta ajena, trátese de políticos, empresarios u otros ciudadanos, debe ser veraz y no sesgada. Cuando la información es escasa, las personas saben que el comportamiento digno de confianza no es recompensado y los comportamientos poco fiables no son castigados. El sesgo es un fenómeno endémico en todos los países y está creciendo con la difusión en las redes sociales.

      La investigación también demuestra que las personas evitan que contradigan sus ideas y buscan información que las confirme. Los políticos populistas se aprovechan de esta circunstancia y les dicen a los votantes lo que desean oír y los medios de comunicación hacen lo mismo para ganar mayor audiencia. Como resultado de lo anterior se ejerce una presión competitiva para ofrecer la información que las personas quieren leer y escuchar.

      En el estudio la confianza es la creencia de que otros no actuaran de manera oportunista, no harán promesas que no puedan cumplir, no renegaran de las promesas que si pueden cumplir, ni trasgredirán las normas para aprovecharse de otras personas que las respetan. En otros términos, el principio de la buena fe a ultranza, convicción que tienen a países como Australia y Nueva Zelanda en el top de lo países con mejor calidad de vida.

      En Colombia este valor sólo se encuentra en la norma como mero idilio jurídico, los primeros en incumplirla son los politiqueros que hacen promesas utópicas inalcanzables, para luego desviar los fondos públicos a sus bolsillos.

       Por último, el BID sugiere una agenda integral de reformas para incrementar la cohesión social, aumentar la confianza y construir sociedades prosperas, que conlleven a generar un circulo virtuoso que se refuerce así mismo.

       Algunas sugerencias son: elevar el nivel de transparencia del presupuesto, el gasto y las regulaciones, además de mejores campañas de información que comuniquen el cumplimiento de promesas y resultados. Pero sin duda alguna, la más importante y contundente es la de invertir en educación.

        Transformar culturalmente a una sociedad se toma generaciones, pero definitivamente es la base de una comunidad pujante, que lleva a los ciudadanos a construir civismo y, por ende, a sentirse orgullosos unos de otros y de su país.

      La educación es el medio para alcanzar una nación con principios colectivos y dispuesta a exigirle a sus dirigentes el cumplimiento de sus obligaciones.

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