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Parafraseando en geopolítica

      Por: Mayor General (RA) Emiro Barrios Jiménez*

      Cuando se quiere hablar de geopolítica, tenemos pensamientos que nos llevan a creer, que es un asunto demasiado profundo, el cual requiere de un gran esfuerzo consultivo, que demanda tener mucho cuidado con los términos que se utilizan, porque se podría atentar contra la ciencia geopolítica y subestimar a quienes han hecho realmente estudios extraordinarios, en los cuales han mediado ingentes esfuerzos investigativos.

     He querido escribir este artículo, con una gran fuerza de opinión, sin consultar libros de geopolítica o temáticas relacionadas, sino sólo atendiendo a lo que pude aprender de mi superiores y de algunos profesores, a lo largo de mi carrera militar, aprendizaje que también quiero acompañar con algunas reflexiones y análisis personales.

    Esta invitación a parafrasear la hago con respeto y cuidado para evitar a lo sumo comentarios especulativos, y asegurarme que sea un artículo interesante, aun cuando no cumpla con todo el recorrido de rigor académico que los conceptos de geopolítica aparentemente exigen.

     También sería pertinente comentar que para este artículo en particular, cuando hablo de geopolítica o territorio, deliberadamente incluyo nuestra gran riqueza marina y fluvial. No obstante, tener conocimiento que el poder marítimo tiene su propio lenguaje y epistemología.

    En primer lugar me voy a dar a la tarea de expresar con mis palabras lo que podría definirse como geopolítica; una de las primeras acepciones sería considerar que la geopolítica en su más simple concepto, correponde a las decisiones políticas en torno a la geografía de un país.

     Al igual, podríamos decir que geopolítica es el arte de la administración de los recursos geográficos por parte de los gobernantes y altos mandos militares; también podría expresarse que la geopolítica es la capacidad de obtener el máximo provecho de las caraterísticas geográficas de un terrotorio en beneficio del poder político, económico y militar de una nación.

       Comparto otra idea de geopolítica, interpretándola como la visión estratégica de un estado, para proyectos a largo plazo que permitan una nación más fuerte, influyente y atractiva.

     Salvo extraordinarias causas inimaginables, el territorio asignado a los colombianos por el destino de la historia, no se modifica.

       Entonces se me vienen a la memoria tres conceptos universales que me quedaron del curso de Estado Mayor (CEM), aplicables al ordenamiento político del Estado-Nación. Los tres conceptos provenientes de teorías del siglo XIX con efectos geopolíticos son: la tierra corazón (heartland), donde se concentra el poder político, militar y económico de un país; las fronteras que conforman los límites que definen el espacio geográfico de un territorio; y las líneas de comunicación que unen al heartland o tierra corazón con las mencionadas fronteras. Tenemos aquí tres conceptos básicos y clásicos. Ahora los invito a realizar algunas reflexiones en torno a ello.

     No podemos evitar, el hablar de la decisión antigeopolítica más aberrante en la historia de nuestro país, que fue la entrega del itsmo de Panamá a los Estados unidos a comienzos del siglo pasado.

     Cómo no haber entendido que la tierra vale oro; que un terrirorio con una estrechez única, regalo geográfico de Dios para unir a dos océanos, estaba completamente al alcance de nuestras capacidades como país. Cómo no entender que un criterio geopolítico elemental es el fortalecimiento y protección de las fronteras, llegando hasta el último metro cuadrado del territorio.

     ¡La tierra no se vende! se oye a gritos en la zonas rurales y en la provincia, mucho menos la tierra de alcance geopolítico. No deseo ir más allá de los análisis enteramente geográficos para facilitar mi interés de estimular el pensamiento geopolítico en mis estimados lectores.

     Y repito, solo parafraseando con los tres conceptos básicos mencionados atrás.

     Por otro lado, uno no se explica como encontramos en la frontera entre Colombia y Ecuador una línea imaginaria, sobre territorio selvático, que va de coordenadas tales a coordenadas tales.

     Todos conocemos, que los límites deben garantizar su perfecta identificación mediante referencias geograficas fácilmente visibles. Concepto básico de la definición de los límites internacionales.

     ¿Cómo sucedió entonces, al definir los límites con nuestra hermana república del Ecuador, el no haber realizado una gestión audaz de los representantes del gobierno para evitar que quedaramos con ese vacío fronterizo? Increíblemente el río San Miguel está partido en dos a causa de una frontera inexacta. El río San Miguel debió haber sido la frontera natural continua entre los dos países.

      Y el haber dejado una línea imaginaria en plena selva, invisible por decirlo de esta manera, nos ha generado entre otras, una gran desventaja táctica, ya que los frentes de las Farc particularmente, han cometido acciones terroristas del lado de las selvas del territorio colombiano y huyen a poca distancia para guarecerse en otro país, aún estando en el mismo enclave selvático. Por supuesto las maniobras de aproximación, por parte de las tropas han sido infructuosas.

     Y qué decir de la crisis internacional con ocasión de la operación “Fénix”, que tuvo su génesis y para mi irrefutable, en la increíble frontera invisible, definida por a carencia de conceptos básicos de geopolítica de quienes intervinieron en ese tratado diplomático, ya varios años atrás.
      También tenemos que referirnos a la carretera (línea de comunicación) que une a Neiva con Florencia, que no fue construida como parte de planes de desarrollo nacional o regional, para integrar el heartland con regiones apartadas como parte de un ejercicio de gestión de gobierno con argumentos geopolíticos, sino obligados por la necesidad de mover pertrechos y apoyos logísticos requeridos, para atender la guerra contra nuestra hermana república del Perú, por allá en los años 30 del siglo pasado.

     La guerra nos forzó a construir esta vía a la ligera, para alcanzar el río Orteguaza, pasar al río Caguán, de allí llegar al río Caquetá y luego ingresar al río Amazonas. No tenemos claridad de la necesidad de unir de manera planeada la tierra corazón (región centro del país), a través de líneas de comunicación terrestres, fluviales y aéreas, con las regiones apartadas hasta llegar a territorios fronterizos.
     Cómo no analizar las decisiones con relación a la organización politico-administrativa, cuando el país fue dividido en departamentos, comisarías e intendencias. Desde una base de perspectiva geopolítica tremendo error haber estratificado las regiones de nuestro país.

      El no identificar con agudeza geopolítica el valor incalculable de las vastas regiones de la Orinoquía y Amazonía colombianas, que cubren gran parte de nuestras fronteras terrestes, entiéndase con Venezuela, Brasil, Perú y Ecuador, arrastró de manera injusta a estas poblaciones a ser tratadas como de segunda y de tercera frente a los departamentos, casi todos asentados en la región andina de Colombia.

     Esta categorización absurda e irresponsable en su momento, negó el progreso que pudiese haber favorecido el anhelo de homogeneidad socioeconómica de cualquier nación.

     Tuve la oportunidad de comandar la Brigada 12 y la Fuerza de Tarea “Júpiter” en el hoy departamento de Caquetá, y por doquiera se evidencia las diferencias con otras regiones. Poco valor geopolítico le hemos dado a casi la mitad del territorio de nuestro país, que ostenta la mayor riqueza en recursos naturales. 

     Un comentario al margen. Un colombiano amante de la geografía o la geopolítica, o cualquier persona con vocación de país, debiera no morirse sin antes conocer la majestuosidad de las planicies de los “Llanos del Yarí”. Otro regalo de Dios.

     Pero si en lo terreste hemos sido negligentes geopolíticos, en lo fluvial tambien estamos al debe. Contamos con una inmensa riqueza de corrientes naturales otorgada por el destino geográfico de nuestra amada Colombia. Los ríos y su explotación como lí-neas de comunicación naturales, amén de los protocolos técnicos de navegabilidad, nos hace un país inmensamente privilegiado en lo geopolítico. Un privilegio otorgado por la ubicación de ríos que permiten ir desde y hacia el interior, y algunos otros que permitieron visibilizar límites naturales con países hermanos.
       No conozco estudios juiciosos, convertidos en proyectos estratégicos, para armonizar geográficamente nuestros recursos hidrográficos. Los puertos fluviales en su gran mayoría surgieron al antojo de movimientos poblacionales independientes.

     No conozco un planeamiento estratégico para integrar geopolíticamente los puertos fluviales, los ríos, las vías terrestres, los aeródromos, con los límites internacionales, que respondan a las necesidades, intereses y visión estratégica de nuestro Estado-Nación.

     Debimos haber consolidado, a través de los años, unas fronteras vigorosas, realmente soberanas, con un impecable control institucional. Tenemos unas fronteras débiles, que se comportan de manera caprichosa al vaivén del paso del tiempo, que son permeables y que han encontrado en el narcotráfico su mejor aliado.

      Y cabe la pregunta para inquietar nuestro pensamiento geopolítico: ¿Ha sido organizada y estructurada proporcionalmente a los intereses y necesidades, nuestra vale-rosa Infantería de Marina, para ejercer un verdadero, legítimo y disuasivo control fluvial? 

      He dejado la ultima reflexión para escribir sobre el mayor regalo de Dios: nuestra posición geoestratégica con evidentes efectos geopolíticos. Dos océanos. Dos grandes mares. Agua y más agua. Inestimable biodiversidad marina. Fortuna para los colombianos.

      Pero también, dolor por la pérdida de una porción de área marina, vía fallo jurídico internacional, que la interpreto como una inexplicable y tímida respuesta, producto de la ausencia del espíritu de identidad nacional.

      No se tienen palabras para compensar la admiración y esfuerzo de nuestra emblemática hermana institución, la Armada Nacional, en la administración, uso y gestión de nuestros dos océanos. Toda, pero toda nuestra admiración. Obviamente tenemos grandes oportunidades de optimizar nuestra visión océano-política para fortalecer nuestros activos océano-estratégicos. El Pacífico es la puerta al presente de la macroeconomía mundial.

      El Pacífico nos exige la implementación y fortalecimiento de una industria astillera en grande. Los astilleros nos sitúan en los escenarios más representativos del poder oceanográfico con impacto regional como jugador clave en, por ejemplo, la Alianza Pacífico para el caso particular de Colombia.

      Sin temores, afirmo que los gobiernos en Colombia en términos generales han tenido buenas intenciones de sacar adelante sus planes de desarrollo y políticas estatales. Y han tenido logros, por su puesto que sí. Sin embargo, exceptuando quizás a nuestro gran general y presidente Gustavo Rojas Pinilla, los gobiernos han mostrado una escasa visión y preparación en geopolítica.

      Los gobiernos consuetudinariamente, por no desarrollar la habilidad de leer e interpretar adecuadamente la geografía de Colombia, han perdido opciones de implementar grandes pro-yectos estratégicos de alcance regional y mundial. La ausencia de visión geopolítica sacrifica el pensamiento estratégico. Dos primas hermanas inseparables: la geopolítica y la estrategia.

      La buena noticia es que nunca es tarde. La tierra no se modifica. Colombia seguirá disfrutando por los siglos de los siglos los regalos otorgados por Dios: impresionantes recursos geográficos. Ellos, seguirán a la espera de que sean tratados con profunda vocación geopolítica con el único propósito de hacer más grande nuestra nación. 

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