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Quién es un muchacho campesino

       Por Yolanda Acevedo Arias

       Aquel ser humano joven que ha visto siempre a su padre como su ídolo, desde niño se levanta al igual que él a alas cuatro de la mañana y con su pequeña ruana, con los ojillos apenas entre abiertos ofrece su mano a la de su padre para hacerle compañía

.    Así crece, va a la escuela porque es una obligación, porque todos los niños van a la escuela, allí participan en tareas con niños de diferentes edades de todos los cursos y comparten una profesora, que con todo el amor cuida de ellos desde muy niños, permitiéndole así a sus madres que tengan un tiempo para ir a cocinar a los jornaleros a quienes se les paga cualquier cosa por recoger o sembrar la tierra.

    Este niño crece, con la idea que el bien ser está en portarse bien, haciendo caso a sus padres, yendo a la escuela, sacando buenas calificaciones y siendo un niño al cual los albores de la juventud y el natural comportamiento hormonal lo conducen a querer explorar un poco mas de lo que su amado padre le ha dicho.

    Como su padre nunca salió de su terruño tampoco entiende que sus hijos deban hacerlo, él con su esposa, sus hijos, un buen café en la mañana y unas cuantas cervezas en el fin de semana, ha conformado una familia así que ¿porque su hijo ha de ser diferente? La ayuda de la tecnología que alcanza a los jóvenes campesinos les hace abrir un poco más la visión de querer conocer algo más que los latifundios donde se desempeñan y viven.

    Algunos quieren asistir a una universidad y el primer muro que encuentran son sus mismos padres, quienes han entendido que, así como han vivido, como lo hicieron sus ancestros así, es como se es feliz.

     Si bien es cierto este concepto básico de la felicidad es loable, también es cierto que si la educación llegase a donde ellos para implementar las tecnologías agrícolas que permitan que su trabajo no sea tan arduo y que puedan complementarlo con créditos blandos por parte del estado, para tecnificar no solo en cuanto a herramientas, sino para que se acerquen un poco más a un sistema de vida que también les permita tener una oportunidad dentro y fuera del país.

     Ellos no creen en oportunidades, un muchacho campesino no tiene porque izar una bandera ya que el país tampoco jamás le ha servido, él ha sobrevivido “bien” sin el compromiso de lo que ellos también llaman patria.

    Por esa falta de inclusión de nuestros muchachos, llega cualquier personaje al margen de la ley y lo engatusa con ideas que ni siquiera ellos mismos entienden, los hacen ver grandes porque les entregan un fusil y unas botas y como está acostumbrado a duras faenas, le da lo mismo ya que va a recibir “grandes sumas de dinero”, y a gozar de la gran vida, va a tener muchas mujeres y podrá hacer lo que quiera además que no tendrá que trabajar “tan duro” , esos muchachos que no llegan a los 15 años, muchas veces abandonados de cualquier afecto también por familias disfuncionales donde el machismo es latente y los muchachos ven como el padre humilla y vilipendia no solo a su madre sino a los hermanas, se aburre de esta vida y emigra.

    Una de las premisas que hemos estudiado y analizado en las conferencias diarias de FUNDELT es hacer una revolución a nivel educativo, pero no solo entregándole la responsabilidad a una profesora, sino con un compromiso con aquellos que prácticamente nos proveen nuestras despensas, entendiendo que son seres humanos, muchos demasiado inteligentes y con gran cantidad de valores y dones que se quedan solamente en el instituto a donde estudien o en su escuela.

     Del campo saldrían grandes profesionales si el estado les diese la oportunidad de reconocerlos. Propongámonos a difundir estas ideas revolucionarias de educación para trabajar unidos y que los campesinos sean colombianos de bien que amen de verdad a su patria con un sentido de pertenencia que nazca de sus corazones.

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