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Transmilenio: De referente de ciudad a ícono de la desidia

     Por Diego León Caicedo Muñoz

     “La movilidad es un derecho social fundamental, como la educación y la salud”, Lucho Gutiérrez.

       El otrora sistema masivo de transporte público creado bajo la Empresa de Transporte del Tercer Milenio, Transmilenio, S.A. en el año 1999, inaugurado en diciembre del 2.000, y orgullo de los bogotanos, pasó de ser un referente de ciudad a un icono de la desidia y el abandono total.  Un servicio público que en su momento fue concebido para reducir el tiempo en los recorridos y descongestionar la movilidad de la ciudad, ahora representa la aversión ciudadana.

      Hace unos días utilice, después de unos años de no hacerlo, el servicio de Transmilenio, encontrando un panorama lúgubre y repulsivo, a los que desafortunadamente, se han acostumbrado miles de usuarios que a diario se valen de esta forma de transporte público, porque no tienen otra opción.

      Me encontré con una contaminación auditiva que no me permitió disfrutar de una buena experiencia de viaje. A los articulados en cada estación se suben vendedores ambulantes, cantantes, indigentes, y hasta replicadores de la biblia.

      Las estaciones y túneles de este servicio público plagados de todo tipo de ventas callejeras, un mercado que no reúne las condiciones de salubridad. Los entornos de las estaciones asediados por cambuches, ocupados por habitantes de la calle, quienes sin desparpajo hacen sus necesidades, expeliendo olores putrefactos. Y los que no podían faltar en la vía, los baches de todos los tamaños.

      Lo que más me impactó fue la cantidad de colados, usuarios frecuentes que ingresan sin pagar ante la mirada impertérrita de los demás pasajeros, funcionarios distritales y auxiliares de policía. Pero eso sí, colados y beneficiarios del servicio deben esperar entre 15 y 20 minutos a que llegue el respectivo bus, tanto, en las horas pico, como en las horas valle.

     Fue Antanas Mockus, el alcalde que aportó la idea de hacer un sistema de transporte masivo para acabar con la “guerra del centavo”, y remediar la problemática de movilidad en la ciudad, correspondiéndole a Enrique Peñaloza, como sucesor, materializar el proyecto. Gracias a la educación cívica desarrollada en la primera alcaldía de Mockus, el servicio, la seguridad y el comportamiento ciudadano en el nuevo transporte, fueron motivo de reconocimiento a nivel nacional e internacional, a tal punto de, tomar como referencia este modelo.   

      Desde hace unos años con el aumento de la informalidad, el desplazamiento de ciudadanos venezolanos, la ampliación de troncales, el desarraigo cultural, pero, sobre todo la negligencia de los mandatarios distritales, el sistema colapsó.

      Según la concejal Lucia Bastidas, este sistema de transporte tiene un déficit millonario, acrecentado por el vandalismo, el abandono distrital y los colados. Con la anuencia del gobierno distrital, los vándalos en las protestas infligieron pérdidas cercanas a los 30 mil millones de pesos. De las 143 estaciones troncales y 9 portales, 125 fueron vandalizadas, correspondiendo al 87.4% de la infraestructural total.

       Por si fuera poco, según la concejal hay venta ilegal de pasajes, en especial, en el componente zonal. Las bandas y particulares utilizan tarjetas personalizadas, aprovechando el beneficio de dos transbordos en 110 minutos de troncal a zonal sin costo adicional, igualmente, hacen su agosto los beneficiarios del Sisbén con sus tarjetas preferenciales.

      Según estudio de la Universidad de los Andes, la evasión por cuenta de los colados corresponde al 15,4% diario de lunes a sábado, los domingos aumenta al 25,2%, representando dos millones de colados por semana. El sistema pierde aproximadamente 5 mil millones semanales.

       Las largas esperas en las estaciones obedecen a que en las horas pico alrededor del 15% de la flota de buses se encuentra estacionada, porque la escasa y precaria infraestructura vial y estacionaria no les permite utilizarlos, y en las horas valle, en donde es posible utilizar la mayor parte de la infraestructura vehicular, no la utilizan por la poca afluencia de pasajeros. En ultimas, quienes sufren las consecuencias son los usuarios, en especial las mujeres, que son objeto permanente de acoso sexual.

      El grado de inseguridad reinante en este transporte es tan crítico, que se llegó a la afrenta de contabilizar los homicidios y lesiones personales como un hecho más de violencia en la ciudad. Ya la copa se rebosó y se requiere hacer una catarsis para recuperar el entonces símbolo de los capitalinos.  

       Para cambiar este panorama es necesario volver a las campañas de educación cívica, promover la cultura ciudadana en el transporte público, pero, sobre todo, la mano de la alcaldesa y el gobierno nacional para controlar los comportamientos que afectan la convivencia y la seguridad ciudadana.

       El problema es demasiado complejo y amerita una solución integral a corto, mediano y largo plazo. Estamos hablando de una empresa de 33.000 funcionarios, 2.364 buses articulados, 7.048 buses zonales y 655 buses eléctricos.

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