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Un compromiso ineludible

       Por Diego León Caicedo Muñoz

       “El voto es preciado. Es la herramienta sin violencia más poderosa que tenemos en una sociedad democrática y debemos usarla”,  John Lewis.

 

       El próximo 29 de mayo de 2022 el pueblo colombiano tiene una cita ineludible con la democracia, según la registraduría son 39.002.239 de personas habilitadas para ejercer el libre ejercicio del sufragio. El voto es el mecanismo más concluyente de los siete instrumentos que tiene la constitución política para garantizar la democracia y la estabilidad de la nación, sin embargo, muchos no lo asimilan y no lo ejercen, otros si lo entienden, pero llevados por las afujías económicas se venden al mejor postor o se dejan llevar por los cantos de sirena del populismo.

       La Carta política de 1991, continuando la tradición y copiando el modelo estadunidense, estableció un sistema presidencial, en donde la característica principal es la división de poderes con autonomía e independencia, pero bajo el principio de colaboración armónica.

       Una de las razones que contribuye a garantizar la primacía al presidente es indudablemente la elección popular. Es el representante directo del pueblo y goza de autonomía regulada por la misma constitución y la ley,

         El artículo 189 de la Constitución Política marca un monocefalismo para el sistema presidencial colombiano, el presidente funge en una sola figura como jefe de Estado, de gobierno y suprema autoridad administrativa.

        En su calidad de jefe de Estado, dirige la diplomacia y representa al país en el ámbito internacional, celebra tratados y puede decidir tener relación o romper con un estado extranjero. Un privilegio muy comprometedor y delicado.

       Como suprema autoridad administrativa, define el Plan Nacional de Desarrollo e inversiones públicas, y tiene la potestad para el manejo del presupuesto nacional, facultad sugestiva a los intereses roñosos de la corrupción.

       Como jefe de Gobierno asume la conducta política del Estado, le corresponde velar por el respeto de las normas y tiene la jurisdicción del poder reglamentario de las leyes. También actúa como comandante en jefe de la fuerza pública, ejerciendo el monopolio del uso de la fuerza.

       Aparte de lo anterior, tiene unas atribuciones excepcionales según los artículos 212, 213 y 215 de la carta política. En primer lugar, declarar el estado de guerra exterior, para lo cual requiere la autorización previa del Senado.

       En segundo lugar, el estado de conmoción interior, El presidente no puede decretarlo sino en caso de graves disturbios del orden público. No puede durar más de noventa días y es renovable solamente dos veces, la segunda con el acuerdo del Senado. Para evitar todo desbordamiento, la Constitución especifica que el ejercicio de los derechos humanos no puede suspenderse.

       Finalmente, en caso de acontecimientos que perturben seriamente el orden económico, social y ecológico del país, el presidente puede decretar el estado de urgencia. Podrá entonces dictar decretos legislativos en los ámbitos específicos por un período de treinta días, que no puede renovarse más de dos veces en un año.

La anterior disertación, solo con el ánimo de advertir la importancia que tiene el voto del próximo domingo. Vamos a elegir a una persona que tendrá un poder político soberano, sin bien no omnímodo, si decisivo y de supremacía sobre los demás órganos. Así como puede implementar la democracia y el desarrollo social, también puede empeorar la situación del país.

       El próximo presidente como suprema autoridad administrativa tiene que enfrentar y solucionar entre otros, los siguientes problemas: una tasa de desempleo de 12,1%, una media de pobreza de 39,3%, una pobreza extrema de 12,2%, un déficit fiscal ubicado en el 7,1% del PIB, una deuda externa que representa el 50% del PIB, es decir, 171.954 millones de dólares, 4.900.000 adultos mayores que no gozan de pensión, casi 2,5 millones de niños y adolescente por fuera del sistema escolar.

       Un país con varios conflictos regionales, narcotráfico en aumento, inseguridad urbana y rural.  Indiscutiblemente tiene que presentar reformas tributarias, fiscales, pensionales y de salud. No es nada fácil y por eso no podemos botar nuestro voto. 

       Hago una invitación especial a ejercer el derecho a sufragar con convicción, por las propuestas más acertadas y no por planteamientos populistas e imposibles de cumplir. No nos dejemos llevar por las emociones y el odio infundido por los mismos políticos. No hay que olvidar que ellos dicen lo que la gente quiere escuchar, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.

       El candidato a elegir tiene que ser probo, estadista, generar confianza, asertivo, coherente con lo que piensa y dice, pero sobre todo con vocación del servicio. Si al final no están de acuerdo con ningún aspirante o propuesta, voten en blanco, pero voten.

        No esperemos a que los políticos trasfieran el cambio, cambiemos primero nosotros como personas y como sociedad. A partir de este razonamiento encontraremos la transformación política y social.  

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