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Una polarización instigada por los políticos

     Por Diego León Caicedo Muñoz

“Mi ideal político es el democrático, cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado”, Albert Einstein.

      La consultora Edelman presentó en el pasado Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, el resultado del barómetro de confianza. El estudio denominado Navegando en un mundo polarizado, esta direccionado a entender como evoluciona la confianza de las personas, y cuál es el impacto en la vida social y política. En el trabajo se encuestó a más de 32.000 personas en 28 países, y se evidenció un alto grado de polarización en las naciones de Latinoamérica.

     El país más polarizado, según la encuesta, es Argentina, seguido de Colombia, Estados Unidos, España, Sudáfrica y Suecia. Países como; Brasil, Corea del Sur, México, Francia, Reino Unido y Japón se encuentran con alto riesgo de polarización, mientras que Malasia, China y Arabia Saudita, son los menos polarizados.

     Los factores determinantes en el incremento y persistencia de la polarización, según el análisis, son: la preocupación por la economía, la desconfianza en los gobiernos, el recelo entre las clases sociales y la incredulidad en los medios de comunicación. Aunado a lo anterior, el elemento más significativo para que la división persista, es la carencia de una identidad y de unos valores comunes, construidos por la misma sociedad y no impuesto por un gobierno déspota.

     De acuerdo con la pesquisa, el 51% de los encuestados en Colombia, cree que el país está más dividido hoy que en el pasado, con una caída de 22 puntos en el optimismo económico para el último año. El conflicto es un componente adicional en nuestra nación que la hace diferente de los vecinos latinoamericanos y profundiza la polarización. Los políticos conllevan la violencia al plano personal, hasta el punto de tratarse de enemigos y no de rivales, lo alarmante del asunto, es que se convirtió en la forma de hacer política y la manera como se relacionan los ciudadanos.

     En Latinoamérica aún persiste el caudillismo, combinado con populismo e ideología, ofreciendo el cielo y la tierra para acabar con la pobreza y la violencia.  Theodore Kahn, director asociado de Control Risks, en entrevista para el periódico el Tiempo, manifestó: “en Colombia, las distintas fuerzas políticas carecen de normas de respeto mutuo y civilidad, que se suman a la conjunción de fenómenos como la polarización, el populismo y la conflictividad en la política”.

     La polarización actual no es de ideas, si no de poderes y ambiciones personales para imponer una ideología. Para colmo de males, la división entre bandos en Colombia ha sido influida por la existencia del conflicto armado, entre guerrillas y paramilitares. La estigmatización reciproca es alta y la posibilidad de entablar discusiones enriquecedoras sobre otros asuntos es muy limitada.

     La polarización cuando se basa en ideas no es negativa. Los conflictos son propios de las sociedades, lo importante es que se desarrollen pacífica y democráticamente, suprimirlos es imposible. La confrontación de visiones sobre el mundo siempre ha existido, lo que sucede es que antes eran más invisibles. Ahora, con las redes sociales, todos pueden opinar e impactar el debate político. El problema radica en querer imponer con artimañas ideologías vetustas, como ha pasado en algunos países latinoamericanos y ahora en Colombia.

      Según José María Romero Maletti; la diferencia esencial entre una idea y una ideología, está en que las ideas son dinámicas como lo señalaba Hegel, y por lo tanto pueden evolucionar impulsadas por mentes abiertas hacia la verdad. Una ideología en cambio es estática y quien la sufre piensa que es válida, en cualquier caso, es decir, que no depende del contexto donde se la aplique. El ideólogo y el ignorante que no es ideólogo tienen de común la ignorancia, pero el ignorante que no es ideólogo sabe que no sabe y puede aprender, en cambio el ideólogo sufre de la peor de las ignorancias, que es la de no saber que no sabe, por lo que está condenado a mantenerse en la ignorancia.

      Debemos comprender que la riqueza de una sociedad está en no pensar igual, en pensar diferente, en lograr entender al otro y en aceptar la diferencia. Todo no puede ser a blanco y negro, existen otras tonalidades en la confrontación de ideas que, indiscutiblemente conducen al fortalecimiento de la democracia. La sociedad debe vislumbrar que una ideología nunca puede estar por encima de la dignidad humana, y es una obligación de todos los ciudadanos defender los derechos y libertades a través de los instrumentos que nos brinda la Constitución Política.

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